miércoles, 14 de septiembre de 2011

Una noche cualquiera de verano

Después de una larga tarde de fiesta, llego la noche cálida, estábamos cansados de tanto caminar las calles de ese pueblo, alumbrado por las luces tenues de unas farolas. Decidimos que la noche llegaba a su fin, a eso de las cinco y media de la mañana, ya cansada de andar con esos estupendos tacones decidí que no bajaba ni un escalón mas con ellos puestos, pero me di cuenta de que solo me faltaban seis para llegar a mi casa. Llegue como salí con los tacones puestos, el sueño se habia esfumado. Saque las llaves del bolso y cuidadosamente abrí la puerta de casa, decidí que no me iba a encerrar en mi habitación que hacia una noche estupenda como para irse a dormir, camine por el pasillo hasta llegar al patio, abrí la puerta y allí sobre la mesa estaba esa botella de Martini blanco, que esa tarde había traído tantas risas. Decidí beberme el ultimo de la noche. Me senté ligeramente en las escaleras del patio y mire al cielo. Estaba raso y era fácil de contar las estrellas, la música del móvil sonaba suavemente en mis oídos a través de aquellos cascos. Paso un tiempo y seguía observando el cielo como si nada, se acabo el vaso y me di cuenta que esa noche había acabado.