viernes, 23 de septiembre de 2011

Una araña se balanceaba ♪


                                                                  {un cielo color vino}
Una araña se balancea en la sombra de una lampara. Se columpia; entreteje la telaraña y vuelve a balancearse. Otra vez- otra vez- otra vez. Cuando se agota la tela que cose entre sus diminutas manos, las piernas corretean, cortando la luz como si fueran cuchillos negros en miniatura. La telaraña crece, hebra a hebra. Primero se entretejen de arriba a abajo y después se unen con hebras cosidas horizontalmente. Más seda, más tensión, más espacio para caminar; teje un mundo creado a partir de su interior. Si tuviera las patas de una araña cosería un cielo donde las estrellas se alinearan. La luna se alzaría sobre un mar color vino y sólo entregaría bebes a princesas y músicos que hubieran rezado mucho durante muchos años. Las chicas perdidas no necesitarían brújulas, ni mapas, encontrarían caminos de caramelo y azúcar que las guiarían por un bosque hasta llegar a casa.
Nunca dormirían en cajas de madera con sabanas de puntillas blancas, no hasta que fueran abuelas arrugadas y dispuestas a emprender el viaje.
La araña suspira y se dedica unos suaves cantitos, luego de haber terminado su trabajo.