martes, 13 de septiembre de 2011

¿Hasta qué punto es bueno tener un muro que proteja nuestro corazón?


Nacemos con un corazón puro pero el paso del tiempo, las caídas y los duros golpes, lo corrompen.
Uno de sus motivos, el amor.
Confiar en el falso Romeo, en aquél que te promete la Luna, en el que regala los “te quiero” sin sentirlo, en el que te hace mil caricias y luego desaparece…
Cada caída nos muestra de lo que verdaderamente van disfrazadas las palabras.
Y cada golpe nos enseña a ser precavidas, duras y frías, a veces.

Muchos dirán que “no todos los hombres son así”, cierto, hay algún que otro caballero andante (en peligro de extinción).
Pero no saber distinguir cual de todos ellos es el caballero y cual el villano, es lo que nos hace difícil abrir nuestro corazón.
Es ese miedo lo que provoca que a veces seamos demasiado bordes e insoportables, ocultamos nuestros verdaderos sentimientos tras enormes muros.

Cierto es, que cuando te han hecho daño tantas veces, no quieres volver a pasar por ello una vigésimo cuarta vez, pero si no sabemos controlarnos, cuando encontremos a nuestro caballero por mucho que nos quiera, se cansará de intentar destruir ese muro y se irá.
Porque esas murallas son un arma de doble filo, nos protegen a cambio de ocultar lo verdaderamente bueno que podemos ofrecer.