martes, 30 de agosto de 2011

... No lo necesito


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No necesito luz para verlo. Puedo sentir cada arruga de su piel, cada perfección e imperfección de su rostro. El contacto de mi mano con su pelo me recuerda que estamos solos. A nuestro alrededor, silencio. A través de la ventana, la tenue luz de la calle me deja adivinar la expresión de sus ojos. Están clavados en los míos. Trago saliva. No los recordaba tan bonitos. Los cierro. Una mezcla de vergüenza, pasión, sigilo, misterio, impaciencia y tensión recorre todo mi cuerpo. No me aguanto las ganas de besarle. Sé exactamente el lugar donde queda su boca y sin embargo, no me atrevo. El tiempo nos ha convertido en completos desconocidos, y a pesar de todo, ahí estamos, frente a frente. Abro los ojos, vuelvo a encontrar los suyos. La presión es cada vez más fuerte. Los latidos de mi corazón acaban de fundirse con los suyos. No lo veo, pero lo siento. No necesito nada más.